Cosmología Aristotélica
La cosmología aristotélica data de las primeras fases de desarrollo de
su pensamiento, y se puede observar en ella una clara influencia
platónica, según él el universo, que es finito y eterno, se encuentra dividido en dos
mundos, el sublunar y el supralunar, reproduciendo de esta forma en
cierto modo el dualismo platónico.
El mundo sublunar, en efecto, está formado por los cuatro elementos y
sometido a la generación y a la corrupción, es decir al cambio y al
movimiento. El mundo supralunar, por el contrario, está formado por una
materia especial, incorruptible, el éter o quintaesencia, que solamente
está sometido a un tipo de cambio, el movimiento circular, (que, al
igual que Platón, Aristóteles considera una forma perfecta de
movimiento), en clara oposición a los cuatro elementos (tierra, agua,
aire, fuego) de los que está formado el mundo sublunar.
La Tierra, que es una esfera inmóvil, se encuentra en el centro del
universo y, alrededor de ella, incrustados en esferas concéntricas
transparentes, giran los demás astros y planetas, arrastrados por el
giro de las esferas en que se encuentran y que están movidas por una
serie de motores que deben su movimiento a un último motor inmóvil, que
actúa directamente sobre la última esfera, más allá de la cual ya no hay
nada, la llamada esfera de las estrellas fijas (porque se suponía que
las estrellas estaban incrustadas, fijadas, en esta esfera) que es
movida directamente por el motor inmóvil, y que transmite su movimiento a
todas las demás esferas y al mundo sublunar.
Mundo sublunar
Es la región del cosmos que abarca aquella parte situada por debajo de
la luna (sin incluir esta última): la región terrestre, nuestro mundo. Todos los cuerpos que componen esta región están compuestos de cuatro
elementos últimos que poseen distintas naturalezas y distintos lugares
naturales a los que tienden para encontrar el reposo: La tierra es el
elemento más pesado y tiende a ocupar su lugar natural, que es el centro
de la tierra.
A ésta le sigue el agua, que se sitúa inmediatamente por encima. Después
se halla el aire y, por último, el fuego, que es el elemento más ligero
y tiende una tendencia intrínseca a dirigirse hacia la periferia del
mundo. Así, los movimientos que observamos en los distintos seres se
deben a la tendencia de cada elemento que lo compone a ocupar su lugar
natural: si tiramos una piedra, ésta cae porque busca recuperar su lugar
propio, el centro del mundo, restaurando así el orden perdido.
Mundo supralunar
Copérnico explicó también el motivo de que las estrellas parecieran
moverse en el firmamento nocturno: la Tierra rotaba sobre su eje cada 24
horas. Y formuló las ecuaciones necesarias para explicar su modelo.
Habrían de pasar 70 años más para que Kepler demostrara que las órbitas
de los planetas no eran circulares, sino elípticas.
Es la región que abarca la luna y todo lo que se halla más allá de ella:
cinco planetas o “cuerpos errantes” (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y
Saturno), el sol y las estrellas.Esta región es absolutamente diversa de la región terrestre: aquí imperia el orden, la armonía, la regularidad. Es así porque los cuerpos celestes no están formados de los 4 elementos, sino de éter, “lo que siempre corre”, que es un material sutil, óptimo, imponderable, transparente. El éter o la quinta esencia es un elemento incorruptible y eterno que le otorga al cielo una homogeneidad y perfección que no poseen los cuerpos terrestres.
Los cuerpos celestes, compuestos de éter, no vagan por el espacio vacío, que es inexistente. Los planetas y las estrellas están sujetos a unas esferas de éter que son movidas por motores inmóvile.
Comparación con Copérnico
Hace 500 años, Nicolás Copérnico, un desconocido canon de la catedral de
la ciudad de Frombork, en la actual Polonia, distribuyó un pequeño
opúsculo manuscrito entre su círculo más próximo. El texto contenía, sin
aparato matemático, un programa heliocéntrico. Cuando Copérnico se hallaba ya en su lecho de muerte, en 1543. Sin saberlo, su trabajo contribuiría de manera esencial a cambiar la visión del hombre respecto a su posición en el universo.
Partio de la idea de que la bóveda celeste era perfecta, las
órbitas de los planetas debían ajustarse a la forma geométrica más
perfecta: el círculo. Así, Copérnico decidió que ?todas las esferas
giran alrededor del Sol que es su punto céntrico y, por lo tanto, el Sol
es el centro del Universo?.
Copérnico explicó también el motivo de que las estrellas parecieran
moverse en el firmamento nocturno: la Tierra rotaba sobre su eje cada 24
horas. Y formuló las ecuaciones necesarias para explicar su modelo.
Habrían de pasar 70 años más para que Kepler demostrara que las órbitas
de los planetas no eran circulares, sino elípticas.Coincidiendo con Aristóteles en que el movimiento de los cuerpos celestes era circular, ya que según es la forma perfecta.
Comparación con Kepler
Las leyes de Kepler fueron enunciadas por Johannes Kepler para describir matemáticamente el movimiento de los planetas en sus órbitas alrededor del Sol.Aunque él no las describió así, en la actualidad se enuncian de esta forma
Primera ley (1609)
Todos los planetas se desplazan alrededor del Sol describiendo órbitas elípticas. El Sol se encuentra en uno de los focos de la elipse.
Segunda ley (1609)
El radio vector que une un planeta y el Sol recorre áreas iguales en tiempos iguales. La ley de las áreas es equivalente a la constancia del momento angular, es decir, cuando el planeta está más alejado del Sol (afelio) su velocidad es menor que cuando está más cercano al Sol (perihelio).
Tercera ley (1618)
Para cualquier planeta, el cuadrado de su período orbital es directamente proporcional al cubo de la longitud del semieje mayor de su órbita elíptica.
Coincide con Aristóteles en que hay un foco y en que los cuerpos celestes siguen una órbita, pero este dice que en vez de ser circular es elíptica.


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